Relaciones humanas, virtualización y Ciudad Global
Podría parecer falaz afirmar que la mayoría de innovaciones tecnológicas de las que hoy disponemos, al igual que las que llegarán tarde o temprano pero que hoy están en fase de concepción, llevaban escritas mucho tiempo. En realidad poco se ha inventado. El género de la ciencia-ficción lleva sorprendiendo a sus fans algunas décadas con conceptos como las armas láser, los viajes espaciales, los drones, la inteligencia artificial, la telemedicina y los robots. Pese a que no eran más que ideas de mentes prodigiosas en lo visionario y en lo creativo, el contexto en el que se concibieron era muy atrasado respecto al actual. Aparecieron en los libros nuevos paradigmas urbanos entretenidísimos que han facilitado en la actualidad diseñar soluciones prácticas a todos los niveles e incluso generar nuevos intereses y necesidades a partir de la nada (una de las facetas que más desarrollo ha tenido en el seno de la economía de mercado) al igual que utopías y distopías. De ahí su nombre, ciencia + ficción, un género que se diferencia de la fantasía en que no se recrea en el detalle sino en el concepto.
Desde hace unos años han proliferado febrilmente las aplicaciones de realidad virtual como máscaras y gafas inteligentes, entornos audiovisuales de profunda inmersión para crear experiencias muy cercanas a la realidad como si se tratase de telerealidad, una realidad a distancia. Algo similar pasa con las redes sociales, donde sus participantes y usuarios crean un alter ego virtual en mayor o menor idéntico a ellos mismos.
Acerca de esto hay una amplia gama de opiniones encontradas. Las más catastrofistas hablan de ciudades sin gente en las calles y gente en sus casas conectadas a tubos y viviendo una vida paralela, lo cual es un augurio excesivamente catastrofista. La realidad virtual, al igual que los datos abiertos, necesita de unos estándares y un uso racional para poder extraer de ellos el máximo beneficio posible. Ofrece muchas ventajas, como las visitas virtuales y la recreación de experiencias sin tener que realizar desplazamientos que, en muchos casos, son poco oportunos o poco viables.
Pensar que la sociedad va a quedar atrapada en un mundo virtual es difícil de creer porque somos seres sociales, necesitamos de contacto y de unos estímulos que tengan un origen natural. Por eso, la evolución natural de las ciudades tradicionales hacia as inteligentes integran en su modus operandi la creación de espacios públicos agradables y naturales para el disfrute de los habitantes que entronca con una corriente muy extendida actualmente de recuperación del espacio público por parte de la ciudadanía. Este hecho no está en absoluto confrontado con una parcial virtualización de algunos aspectos de la vida urbana cotidianos o no, sobre todo cuando se trata de evitar riesgos para la salud, por ejemplo.
La corriente Smart City ha llegado para quedarse, hacer las ciudades más eficientes, sostenibles y habitables, recuperando los espacios y devolviendo el poder a la ciudadanía para vivir las ciudades y disfrutar del tiempo, lo que es compatible con virtualización de algunos aspectos de la vida cara a hacerlos más cómodos y seguros, que es un principio que siempre ha perseguido la sociedad.