La imagen de la Ciudad Inteligente, su marketing y su realidad
Cuando curioseamos por ese escaparate universal al que alguien denominó, acertadamente o no, Internet, nos encontramos una cantidad de información inabarcable.
Las tendencias, las modas, los productos, los servicios, la tecnología, las necesidades creadas o reales y las imágenes nos proponen cual debe de ser el aspecto de los elementos de la vida cotidiana. Cíclicamente pensamos que no deberíamos habernos desecho de unos pantalones, camisas, bufandas y demás… porque vuelven a estar de moda. Este ejemplo de “tendencia” no es espontáneo sino que lleva planificado mucho tiempo, pero no vamos a entretenernos en quién, cómo o porqué dado que no es el asunto a tratar. En vez de sumergirnos vamos a quedarnos en la superficie para ver como todo cae por su propio peso.
Volviendo a ese gran escaparate llamado Internet, la publicidad, la divulgación, el cómo se representan algunos conceptos llega a todo el mundo por los mismos canales. Las multinacionales y las Start-Ups dedicadas al negocio tecnológico venden sus productos a través de vídeos, animaciones e imágenes que en la mayoría de los casos muestran un mundo “deseado o deseable” y, salvo excepciones, no muestran el mundo tal y como es.
Para muestra, un botón. En el mundo de las Ciudades Inteligentes toda empresa con presencia real o futura en el sector cuenta con herramientas de marketing visual muy potentes, donde se muestran realidades paralelas asépticas y bien ciudadas, casi perfectas. Con esto quiero decir que se modela la realidad para que un producto entre por los sentidos. No es más que una herramienta. Si nos adentramos en búsquedas sobre Smart Cities en buscadores de internet hay vídeos donde aparecen ciudades amplias, verdes, transparentes, en muchos casos prácticamente vacías de gente, con drones sobre volando el espacio público y realizando diversas funciones de vigilancia, mantenimiento y logística, tenues iluminaciones y, sobretodo, armonía. El fallo a mi entender es la sensación elitista de esas producciones, donde se modeliza también al ser humano, como si se tratase la Ciudad Inteligente de una construcción exclusivista y segregadora; es cu la influencia del cine de Ciencia-Ficción donde siempre se ha señalado la dicotomía entre un mundo “ideal” y “los que no caben en él”. En realidad, esta visión que se transmite se aleja del propósito de las Ciudades Inteligentes, sus habitantes y su equidad.
Pese a que las herramientas visuales son una potente arma para que las administraciones locales se convenzan de la necesidad y adjudiquen proyectos tecnológicos a empresas, la imagen de la ciudad, a priori, no va a cambiar radicalmente. Que nadie se asuste. Las ciudades no se van a derribar para crear otras nuevas. Los cambios en la fisionomía urbana son lentos, son los detalles y la mentalidad lo que puede sufrir (y sufrirá) los mayores cambios.Las farolas tendrán una iluminación más eficiente y menos agresiva, el transporte público preverá demoras innecesarias, aparcar no será un suplicio y las gestiones y contacto con los servicios públicos será ágil y telemática. Es verdad que la ciudad contará con una cantidad de sensores hasta ahora desconocida para recabar información “biométrica” de ella misma pero será necesario si lo que se pretende es una ciudad más “ciudadana” y abierta. En cambio, su piel, formada por ladrillos, tejas, uralita, rejas descoloridas, baldosines, cornisas, irregularidades, colores dispares y edades constructivas muy distintas seguirán conformando ese puzle con el que nos identificamos.