Más datos, más transparencia y permeabilidad, más contacto
Tradicionalmente el contacto entre poderes públicos y ciudadanía ha sido lento en cuanto a feedback se refiere. Los intercambios de información analógicos eran hasta hace poco el modo de comunicarse con las administraciones. Esta filosofía, forzada o no, dilataba los tiempos y hacía que el sector público se moviese como un elefante somnoliento, torpe y lentamente, saturándose en más ocasiones de las deseadas. La consecuencia era la desconexión evidente entre poderes públicos y ciudadanía, sus demandas y necesidades tanto particulares como colectivas.
La comunicación no fluía y era imposible generar una participación pública que pudiese tener una impronta en el paisaje urbano a corto y medio plazo. En muchos casos, debido a la incapacidad de manejar la propia información (lectura, análisis y toma de decisiones), las dinámicas urbanas espontáneas se erigían en las verdaderas transformadoras del espacio urbano. Un ejemplo cercano:
Durante el éxodo rural español del s. XX (1955 – 1970) se calcula que varios millones de habitantes abandonaron el mundo rural para instalarse en las ciudades que erigieron como polos industriales intensivos en mano de obra y consumo de recursos. Este movimiento poblacional por unas necesidades concretas de la población derivó en un crecimiento insalubre de la periferia de las ciudades, reproduciendo paisajes urbanos indeseables a distintas escalas. Paralelamente, los Planes Generales de Ordenación Urbana (PGOU) estaban sometidos a tediosos procesos de elaboración, algo completamente opuesto a las vertiginosas dinámicas de cambios físicos de las ciudades. Al final, dichas herramientas de planificación no sirvieron sino para constatar y afianzar esa gama de cambios espontáneos dejando de lado su objetivo, regular, ordenar, gestionar y vigilar los cambios y crecimientos urbanos.
Con la llegada de la globalización y la era tecnológica, se ha producido un cambio de paradigma que ha revertido este conjunto de dinámicas perniciosas. La irrupción de la era de la información ha democratizado y agilizado no solo el acceso a la información, sino también su intercambio.
En el caso de la relación Administración – Ciudadanía ha mutado completamente, de hecho, ha posibilitado la aparición del Paradigma Smart City (evolución de la Ciudad Digital) que aparece cuando la inversión social, el capital humano y las infraestructuras, conviven de forma armónica con el desarrollo económico sostenible, apoyándose en el uso de nuevas tecnologías, y cuyo resultado se traduce en una mayor calidad de vida y una gestión prudente de los recursos naturales, a través de la participación abierta y el compromiso de todos los agentes urbanos.
La capacidad actual de las Administraciones en lo relativo a los datos ha transformado esa relación, volviéndola más fluida y dotada de potenciales nuevas virtudes:
- Transparencia: La información es accesible, está ahí y se puede publicar. El ciudadano la puede ver, leer, comprender y, en caso contrario, puede pedir que se la expliquen. Entender la información pública es dotar a los agentes urbanos de una capacidad de opinión, debate, decisión y participación que SÍ es susceptible de tener impronta en el paisaje urbano. El ciudadano deja su huella y realza su sentimiento de pertenencia apoyado con una gobernanza que ha dejado de darle la espalda por sus limitaciones.
- Permeabilidad: La información fluye en las dos direcciones. Los datos (que son la unidad mínima coherente que compone la información) permiten ver la evolución de las variables y, con ello, sus resultados y significado. La Administración emite y recibe información, la consume, la produce y la transforma al igual que los ciudadanos… Y todos toman decisiones. La información descargada en dispositivos móviles, la sensorización de elementos internos de la ciudad y la optimización progresiva de los trámites administrativos (incluyendo hechos tan revolucionarios como la telemedicina).
- Contacto: Los tiempos administrativos y de respuesta se reducen, las informaciones se actualizan. La foto fija de la relación Administración – Ciudadanía ha ido diluyéndose para evolucionar hacia un organismo vivo que se encamina a gestionar ágilmente las necesidades y demandas de una sociedad en continua evolución.
En este contexto de evolución constante el concepto Smart City es el destinado a integrar todos esos cambios, hacerlos madurar y dotarles de un contexto integrador, a la vez que flexible, que facilite un funcionamiento armonioso, medioambiental e igualitario. Al igual que de la revolución industrial nació un nuevo paradigma urbano que fue desterrando el concepto previo de ciudad, ahora estamos en un proceso muy similar en la forma, pero distinto en el fondo por desconocer su alcance.